En mi novela El disco del cielo, sigo las aventuras del arquitecto Dédalo en su huida desde Creta, perseguido por el rey Minos, y lo hago llegar a Egipto, donde se maravillará ante el laberinto de Hawara, construcción portentosa que a decir de las antiguas crónicas, tenía 3 mil habitaciones, 1500 subterráneas. ¿Con qué propósito? Descubrirlo le lleva a Dédalo meditar sobre el signo egipcio de la vida, llamado ankh y que cifra un mensaje que la antigüedad hizo llegar hasta nosotros como un poderoso recurso de renacimiento espiritual que podemos -si queremos- utilizar en nuestras vidas.